En el marco de la Primera Semana del Ecumenismo en el Colegio Seminario Conciliar, Pastoral SC junto a Convivencia y Bienestar Escolar, nos invitan a reflexionar sobre el ecumenismo y su importancia en favor de una sana convivencia de nuestra sociedad.
Es en junio de 1910, en la ciudad de Edimburgo, que comienza una nueva historia para el cristianismo. Como una iniciativa del mundo protestante, se congregan aproximadamente 1.200 representantes de diversas iglesias cristianas bajo la necesidad de responder a las palabras de Jesús, en el evangelio de San Juan: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. (Jn 17, 21)
Luego, en 1964, Pablo VI en medio del Concilio Vaticano II, define la postura de la Iglesia católica a través del Decreto Unitatis Redintegratio, al señalar que uno de los grandes objetivos de esta reunión es “Promover el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos” (Unitatis Redintegratio 1), puesto que, como nos recuerda el padre Enrico Sironi “no se puede ser cristiano, si no se cree en el ecumenismo”. Jesús mismo, antes de ser elevado en la cruz, ha expresado esta voluntad de unidad, de otra manera todo testimonio del evangelio pierde credibilidad.
Entonces, ¿Qué es el ecumenismo?
El decreto antes mencionado, dirá:
“Por “movimiento ecuménico” se entiende el conjunto de actividades y de empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos”.
(Unitatis Redintegratio 4)
Este movimiento, no es solo querer reunirse como respuesta diplomática o superficial, sino que el abrirse a la acción del Espíritu Santo que, así como el día de Pentecostés, inspira, guía, conduce y congrega en una misma fe y esperanza.
Volvamos nuestra mirada a las palabras de Jesús: “Que todos sean uno” y pidamos al Espíritu Santo que nos conduzca hacia esta unidad.
OREMOS
Dios nuestro, Trinidad de amor,
desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina
derrama en nosotros el río del amor fraterno.
Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús,
en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana.
Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio
y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano,
para verlo crucificado en las angustias de los abandonados
y olvidados de este mundo
y resucitado en cada hermano que se levanta.
Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura
reflejada en todos los pueblos de la tierra,
para descubrir que todos son importantes,
que todos son necesarios, que son rostros diferentes
de la misma humanidad que amas.
Amén.
Oración cristiana ecuménica, encíclica Fratelli Tutti.