
Desde hace ya algunas semanas, se desarrolla en nuestro país, un intenso e interesante proceso histórico. La ciudadanía demanda alcanzar una mayor participación en la construcción de la sociedad, y de los consiguientes beneficios; en suma, una patria más justa. Ciertamente, este propósito solamente puede ser conseguido por una sociedad que tenga consciencia de sí misma, y de su propio valor a través de la Historia. Como pequeña sociedad, nuestra comunidad educativa se enfrenta a la misma exigencia; construir el relato seminarista desde la profundidad histórica, aparece como la mejor forma de constituir un aporte para la proyección del proceso. Es decir, es necesario reconocer la relevancia que tiene la dimensión patrimonial de la cultura para el desarrollo.

Sentido del Patrimonio Cultural
La Unesco señala que el patrimonio cultural tiene doble naturaleza: Por una parte es producto, en cuanto es el resultado del ingenio humano, ya sea material o inmaterial. Desde este punto de vista, constituye parte del patrimonio seminarista, el edificio principal de fachada neoclásica, levantado por el arquitecto Parker en 1869, junto con nuestro archivo documental y otros elementos físicos, únicos e invaluables. Pero no podemos quedarnos con una concepción limitada del concepto; porque si antes bastaba con sostener que la función patrimonial era conmemorativa, en el presente ha quedado en evidencia, que son las comunidades las que significan su propio patrimonio, por medio de la memoria. Incluso, el carácter patrimonial mismo de cualquier objeto o relato, debe ser legitimado por la comunidad en el tiempo.
Se desprende, entonces, la segunda naturaleza del patrimonio: es un proceso vivo. Por lo tanto, el patrimonio tiene sentido en cuanto seamos capaces de apropiarnos de la arquitectura y de las historias, de los libros y las ideas -desde lo tangible a lo intangible- y de aquellas cosas “que permiten conservar la identidad cultural de una comunidad que quiere mantener vivas sus tradiciones” (Zúñiga, 2017, 193). Como categoría histórica, el patrimonio cultural tiene su origen en el pasado. Pero como nosotros –sujetos históricos- somos quienes le otorgamos su condición patrimonial, podemos señalar que lo patrimonial se caracteriza por su plena actualidad. Las temáticas que están relacionadas con el patrimonio están tan presentes en nuestra realidad, que la Unesco considera que el patrimonio cultural “es esencial para promover la paz y el desarrollo social, ambiental y económico sostenible”. En el caso del patrimonio seminarista, podemos visibilizar su estrecho vínculo con la historia de la educación y sus consecuencias para el desarrollo social, el arte, las mentalidades, la marginalidad, la emigración, la ciencia, la espiritualidad, entre otras materias.

Responsabilidad compartida
La nueva valoración que tiene el concepto de patrimonio cultural, sujeta a la validación de la comunidad, supone una mayor responsabilidad de cada persona integrante de la misma, en el cuidado de los bienes patrimoniales. Si bien, el Estado –como garante del orden social- tiene obligaciones con respecto al cuidado del patrimonio cultural, no tiene exclusividad en cuanto a esta responsabilidad. Si en décadas pasadas esto era entendido así, fue porque los monumentos patrimoniales, buscaban perpetuar el relato oficial. La Unesco reconoce la participación comunitaria en el marco de las responsabilidades de “protección, salvaguardia y gestión” del patrimonio cultural; las comunidades locales deben estar implicadas en la toma de decisiones y en la gestión de su patrimonio. Se dice que el patrimonio como capital cultural, es “riqueza frágil”; tanto los bienes materiales como inmateriales están sujetos a la degradación propia del tiempo y de otros factores. Pero la responsabilidad compartida con respecto al patrimonio cultural, conlleva el deber de transmitir estos bienes a las futuras generaciones en las mejores condiciones posibles. En un principio, hemos destacado que únicamente podemos proyectar nuestro futuro, en base al conocimiento del pasado; en consecuencia, somos responsables de la capacidad que tengan las generaciones de la posteridad para crear su propia historia.
Por: Archivos y Patrimonio Colegio Seminario Conciliar.