Por segundo año consecutivo, el día del Patrimonio Cultural llega en medio de la pandemia del Coronavirus. Cuando se instauró esta actividad anual, en el otoño de 1999, el concepto de “patrimonio” aún parecía lejano y academicista. Pero, con el pasar de los años, el “día del Patrimonio” se fue convirtiendo en una jornada (y luego en unas jornadas), cada vez más esperada y vivida por los chilenos.
Los últimos días de mayo, se hicieron sinónimo de largos recorridos por los centros históricos de nuestras ciudades y otros lugares, familias enteras buscando lo que ha buscado siempre la humanidad: sus orígenes. O quizás se trataba de personas que simplemente, esperaban encontrar lo que solamente se encuentra al otro lado de una esquina: la sorpresa. Y cada nueva versión del “día del Parimonio”, congregaba una mayor cantidad de personas, dispuestas a descubrir el pasado, que de pronto, ya no parecía tan extraño.
Pero la pandemia nuevamente nos priva de esta posibilidad. Aunque la verdadera posibilidad no muere y en este caso se transforma; son tantos los recursos que nos permiten hoy en día un acercamiento al patrimonio cultural; de pronto, nos hemos visto impulsados a asumir el mundo virtual como realidad.
En lo que concierne a nuestro Seminario Conciliar, el trabajo en materia patrimonial se realiza desde 2017, integrando a todas las personas interesadas de la comunidad: A nuestros estudiantes, en actividades de inducción al trabajo patrimonial y como promotores de la cultura. Y a nuestros conciudadanos, a quienes recibimos con mucho interés, cada vez que se presentó la ocasión, especialmente en el “día del Patrimonio Cultural”; evento que ocupa el corazón del año patrimonial. Fundamental ha sido la colaboración de la Academia de Astrofísica del colegio, dadas su tradición y capacidades. Este trabajo mancomunado, busca desarrollar, en suma, los sellos característicos de la institución; nuestro compromiso cristiano, y las dimensiones científica y humanista.
CIUDADANÍA Y PATRIMONIO
Desde el punto de vista social y político, este año se presenta como trascendente para el devenir de nuestro país. Pero, no debemos olvidar que la cultura es también una de las dimensiones de participación ciudadana. Desde ya, podemos decir que los debates alcanzarán todo tipo de conceptos; y uno de ellos es “patrimonio cultural”. ¿Pero cuál es su significado? La UNESCO nos dice que se trata “del legado cultural que recibimos del pasado, que vivimos en el presente y que transmitiremos a las generaciones futuras”. Desde este punto de vista, podremos comprobar, que el reconocimiento del patrimonio nos impone una responsabilidad y al mismo tiempo, muestra de generosidad: el poder entregar como legado, aquello que hemos recibido. Esta definición continua y señala que “el patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos”. Porque también incluye expresiones, tradiciones y usos que nos han sido transmitidos; historias que superan las barreras del deterioro material. Pero que también son frágiles y que debemos cuidar como tesoros. Especialmente debemos tenerlo presente nosotros, herederos del admirable patrimonio seminarista.
Pero no ponemos en valor el patrimonio cultural, solamente por tratarse de objetos o historias del pasado. Tienen valor, en cuanto encontramos un vínculo racional o emocional con ellos. Si el antiguo edificio de Manuel Rodríguez 650 y todo lo que se ha vivido por décadas en su interior, merecen nuestra consideración, es porque en verdad son fundamentos de la comunidad seminarista como cuerpo vivo. Patrimonio cultural es un concepto que también -desde el punto de vista de la participación ciudadana- se relaciona con el ejercicio del poder, desde las profundidades desde la Historia, más allá del alcance de la memoria. Como en el caso de los monumentos públicos, objeto de debate en el último tiempo, especialmente con respecto a su representatividad. Lo cierto es, que generalmente, estos monumentos pueden cambiar desde una perspectiva iconológica, su simbolismo; pero siguen constituyendo ejes de la vida urbana, con las consecuencias que tiene esto.
En julio del año pasado, el gobierno turco anunciaba la consagración de Santa Sofía como mezquita. Incluso el papa Francisco expresaba su opinión, al manifestar que se encontraba “muy dolido” por este hecho. Recordemos que esta antigua basílica bizantina, erigida en el siglo VI de nuestra era, fue considerada desde entonces, como la joya de Constantinopla y el templo principal de la Cristiandad en Oriente. Hasta que, en 1453, la ciudad fuera conquistada por el Imperio Otomano y Santa Sofía, fuera convertida por primera vez en mezquita. En los años treinta del siglo pasado, el monumento fue despojado de su carácter religioso y transformado en museo. Se mantuvo así, hasta los hechos recientes, ya mencionados. Queda claro entonces, como los monumentos públicos tienen efectivamente un rol en la ciudad, son objeto de disputas por la memoria, se les asignan significados y de esta forma, también siguen vivos.
En suma; podemos concluir que tanto patrimonio intangible como tangible, forman parte inalienable de nuestra propia identidad. Como seres históricos, nos relacionamos de distinta forma con el patrimonio cultural, de acuerdo con nuestra singularidad como personas y como comunidad. Solamente podremos caminar hacia el paraíso futuro, reconciliados con el pasado, o al menos, habiéndolo encontrado. Decía Chesterton al respecto, en su obra Lo que está mal en el mundo:
Pero en la historia no hay revolución que no sea una restauración. Entre las muchas cosas que nos confunden acerca de la moderna costumbre de fijar la vista en el futuro, ninguna es más fuerte que ésta: todos los personajes de la historia que han hecho algo de cara al futuro tenían la vista fija en el pasado.
Por: Archivos y Patrimonio Colegio Seminario Conciliar.